Anoche durmió abrazado a un trozo de tela: olía a ella...
- ¿Eso no es de una galleta de la fortuna?
- ¿Te refieres al programa homónimo nipón que presenta un fornido pero nada comparable a nuestro Jorge Fernández, aunque con los ojos más rasgados?
- Iba a decir que no, pero me lo has puesto tan en bandeja que sería torpe como un niño...
- Niiiiiño.
-...que ha dado un estirón que hace que te duelan las rodillas por mi parte no ahorrarme la excusa que tenía pensada para discusiones futuras.
- Futuuuras.
- Entonces quedamos así: dos cabras para mí y 3 tinajas de aceite del bueno para ti. Y ahora déjame que aproveche lo que tardo en atravesar la servidumbre de paso para dirigirme al respetable.
¡Qué pasa, artistas! Se dirimen los días en el calor sofocante de julio, que es más caluroso que un alemán, sea la época del año que sea, y que agosto, pero yo no paro, porque parar está penalizado con tarjeta amarilla, y porque yo soy puro, no como el alcohol de la fiesta de graduación prima (un beso para los matemáticos que no saben cómo nadar a pesar de dominar la mecánica y dinámica del movimiento).
- Hombreeee... Le ha costado al señorito contarnos lo de aquella noche.
- Y aún no lo he hecho, así que no te confíes, que luego llegas a los cursos de reciclaje y resulta de que no estás en tan buena forma como te pensabas.
- ¿Proyección psicológica?
- Dolby Sorround. Pero no, a mi me sobró medio minuto y había dormido 3 horas.
- Eres un golfo.
- No te haces cargo. El caso es que al evento fui vestido del Conde de Roquefort, que comparte patrocinio con Babybel, por aquello de copar cuota de mercado en una estrategia agresivo-afectiva, y lo peté. El garito daba pena: pequeño, caluroso, mala música, furcias muy caras, y barra libre en la que pedían la pulsera. No la tengo, soy el Conde de Roquefort, ¿sabes? Plebeyos... A veces me pregunto si el vasallaje me sale a cuenta.
Pero no decaímos y cerramos garito. En el camino perdí un chaleco muy bueno, un par de gramos, algo de glamour y el resto de vergüenza, que tenía en un depósito fijo que no era tan bueno como parecía en el simpático anuncio de TV.
- ¿Y triunfastes?
- En tantos sentidos, sí.
- ¿Y en el que todas nos preguntamos?
- Consulta la Cuore, que yo no estoy para estos menesteres.
- Y nos despacharás con esta suficiencia que te caracteriza.
- ¿Te importaría usar el plural majestático cuando te dirijas a mí?
- Pues sí.
- Entiendo. Buen día, señor, buen día.
- ¿Eso no es de una galleta de la fortuna?
- ¿Te refieres al programa homónimo nipón que presenta un fornido pero nada comparable a nuestro Jorge Fernández, aunque con los ojos más rasgados?
- Iba a decir que no, pero me lo has puesto tan en bandeja que sería torpe como un niño...
- Niiiiiño.
-...que ha dado un estirón que hace que te duelan las rodillas por mi parte no ahorrarme la excusa que tenía pensada para discusiones futuras.
- Futuuuras.
- Entonces quedamos así: dos cabras para mí y 3 tinajas de aceite del bueno para ti. Y ahora déjame que aproveche lo que tardo en atravesar la servidumbre de paso para dirigirme al respetable.
¡Qué pasa, artistas! Se dirimen los días en el calor sofocante de julio, que es más caluroso que un alemán, sea la época del año que sea, y que agosto, pero yo no paro, porque parar está penalizado con tarjeta amarilla, y porque yo soy puro, no como el alcohol de la fiesta de graduación prima (un beso para los matemáticos que no saben cómo nadar a pesar de dominar la mecánica y dinámica del movimiento).
- Hombreeee... Le ha costado al señorito contarnos lo de aquella noche.
- Y aún no lo he hecho, así que no te confíes, que luego llegas a los cursos de reciclaje y resulta de que no estás en tan buena forma como te pensabas.
- ¿Proyección psicológica?
- Dolby Sorround. Pero no, a mi me sobró medio minuto y había dormido 3 horas.
- Eres un golfo.
- No te haces cargo. El caso es que al evento fui vestido del Conde de Roquefort, que comparte patrocinio con Babybel, por aquello de copar cuota de mercado en una estrategia agresivo-afectiva, y lo peté. El garito daba pena: pequeño, caluroso, mala música, furcias muy caras, y barra libre en la que pedían la pulsera. No la tengo, soy el Conde de Roquefort, ¿sabes? Plebeyos... A veces me pregunto si el vasallaje me sale a cuenta.
Pero no decaímos y cerramos garito. En el camino perdí un chaleco muy bueno, un par de gramos, algo de glamour y el resto de vergüenza, que tenía en un depósito fijo que no era tan bueno como parecía en el simpático anuncio de TV.
- ¿Y triunfastes?
- En tantos sentidos, sí.
- ¿Y en el que todas nos preguntamos?
- Consulta la Cuore, que yo no estoy para estos menesteres.
- Y nos despacharás con esta suficiencia que te caracteriza.
- ¿Te importaría usar el plural majestático cuando te dirijas a mí?
- Pues sí.
- Entiendo. Buen día, señor, buen día.
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