Acabados los exámenes, se acabó la rabia

En anteriores capítulos...
- No puedes llevar americana negra, camisa morada y corbata blanca. Por el amor de Dios, ¡es la boda de tu hermana!
- No es una americana, sino un blazer y lo sabes.
- Nunca te han importado los matices. ¿A qué viene esto ah...? Espera. No estarás... no estarás...
- ¿Embarazado? Sí. Y es de...
¡Madre mía, esto da más subidón que las Oreo bañadas en chocolate y una Coca-Cola!
- ¿Va a querer patatas?
- No, que los carbohidratos complejos y yo no nos llevamos.
- ¿Alguna rencilla?
- Sí y no: viene de atrás.
- Pero cuénteme o deje propina, ande.
- Esta bien... Fundido en negro y voz en off.
- ¿Lo quiere con patatas?
- Hace ya tres generaciones que mi familia arrastra una enemistad profunda que cada de una de ellas se ha encargado de recordar, para que no cayese en el olvido ni la tergiversación, que luego llegan las fiestas del pueblo y en el granero pasa de todo. Mi bisabuelo, Jacinto, estaba en su huerta trabajando la tierra con sus propias manos bajo un sol de justicia cuando Yamira, hija de inmigrantes que antes fueron emigrantes y residente en la finca colindante, se acercó a refrescarlo con una limonada y a acalorarlo con un corsé de toma pan y moja. El amor iría cociéndose a fuego lento a falta de vitro de inducción y sin el conocimiento de las familias, pues sendos matrimonios estaban ya concertados desde la 3ª jornada de Liga, que hoy se conoce como Liga BBVA. Sin embargo, llegó el verano y pasó lo que tenía que pasar, porque mi bisabuelo era un toro, como Lula, y no pudo reprimirse, muy a pesar de la ayuda del párroco local.
De ese encontronazo, porque no fue nada softcore, surgió una relación tope de sexual que se prolongó más allá de las fiestas de la Estación, que creo que son las del Carmen, aunque no me hagas mucho caso. Pero llegó el otoño y ella tenía que irse a estudiar fuera, porque es donde realmente se aprenden idiomas, siempre que no te juntes con españoles, y eso se ve en la gente que agregas al Facebook. A medida que se acercaba el fin la pareja se enranciaba, porque ambos querían seguir, pero sabían de lo adverso de las circunstancias. Además, ella ya había estado con uno de 25 antes y sabía que las relaciones a distancia no funcionan. Y llegó el día. Y en la estación con todo lleno de vapor y gente muy elegante para la ocasión se dijeron adiós con los labios apretados y el corazón desbordante.
- Jo, qué bonito...
- Ya.
- ¿Y qué pasó después?
- Pues que él intentó olvidar sin éxito. De ella sólo se supo que había ido a Gran Bretaña a un colegio de monjas muy afamado y que había cogido un par de kilitos, pero nada que un par de cenas austeras no pudiera remediar.
Depués vendría el final de la IGM. Y un día, mientras Jacin jugaba al basket con amigos, vio cruzar el coche de los Meldenville, que es el inesperado apellido de la familia de Lindoamor...
- Yamira.
- Eso. Fue corriendo sin cansarse demasiado, porque por las noches se sacaba el graduado, y cuando llegó se encontró con el coche aparcado en la puerta de su casa. Al entrar vio una mujercita que sostenía un bebé de pocos meses y a los padres de ambas familias sonrientes y llorosos: era ella, y el matrimonio ya estaba arreglado.
- ¿Y entonces a qué la enemistad?
- Pues de un tema de herencias, que son siempre muy engorrosos, no tanto por los dineros como por la actitud de algunos, que se ponen muy celosos y pa chulo, mi pirulo.
- Ah... No me he quedado muy satisfecho, pero confío en que esto vaya a más. Y de la fiesta de graduación, ¿qué?
- Eso te lo cuento en otra entrada y tomando algo en el Starbucks, muy a riesgo de que te echen por competencia desleal.
- ¡Venga!

1 comentarios:

  1. no entiendo ni papa, pero lo intento cada vez, porque te quiero más que a mi vida

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