Preparar unos labios fucsias no es mi pasión, sino mi deber

¿Por qué cuando voy de peregrino no me coges de la mano? ¿Es que acaso hemos perdido la pasión, de Mel Gibson? ¿O es que hemos perdido la razón, de Luis María Ansón?
- Me temo que su problema sobrepasa mi preparación como vendedor de Donuts y ex-vendedor de divanes, señor. Yo era bueno, de verdad que sí, pero el hedonismo ha decaído una barbaridad en detrimento del consumismo relleno de fruta rellena de azúcar rellena de capitalismo, y yo tenía un ego que alimentar, así que renací de mis cenizas de cigarrillo electrónico y aquí me tiene, conspirando por la dominación condal y cogiendo el dinero con la mano del guante hipoalergénico.
- Eso me recuerda que hay infinidad de productos, otrora de mero chocolate con leche o sucedáneo, que ahora han ampliado su gama y mi atención gracias al chocolate blanco o sucedáneo de idénticos productos.
- ¿Con pan en el recreo?
- Eso es de pobres. Yo tenía paga y un hambre voraz de productos industriales… y de amor.
- ¿Le correspondió?
- Nunca me hubiera enamorado de una persona que necesitara ayuda para responder, a menos que fuera la tía Robin, de Cómo Perdió Peso para los Vengadores (no tiene traducción al inglés sin perder matices), a ella se lo perdonaría todo, menos las Ugg con shorts. Las Ugg son más del pleistoceno que Noé, y que conste que a mí Russel Crowe nunca me ha pegado con un teléfono, pero las migas del mantelito se acumulan sin remisión y un hombre que permite que Jennifer Connelly adelgace hasta confundirme con Demi Moore no merece la lavadora y la secadora que nos ofrece el atractivo Smithers.
- Entiendo. ¿Qué nombre quiere que le ponga en su rosquilla para que sepa que es suya y de nadie más?
- Eso es irrelevante, y no como el hecho de que la propia Jennifer experimentase con cejas más gordas que los muslos tocados y retocados con Photoshop de Beyoncé. Lo digo porque se rumorea que la inteligencia británica planea sin ploter acabar con todo rastro del controvertido destape de la duquesa de Cambridge.
- Eso ya sucedió. Está leyendo una portada antigua.
- Pero si la máquina de venta de revistas es nueva. ¿Cómo iban a permitir tal contradicción? ¿Qué es esto, un mundo llevado por adolescentes? ¿Lo es? Es igual. Tengo asuntos verdaderamente importantes que resolver.
- ¿Saludo y puesta al día?
- Y viva el orden y la Ley. ¡Qué pasa artistas! ¿Esperando a que alguien sugiera una buena idea en la reunión para refrendarla más alto que él? Eso es culpa de la gomina y la raya diplomática. Primer punto del orden del día: no hay queso limpio en la nevera. Recordaremos para la letra “Y”, que no estuvo en la anterior junta de vocales, que llega un momento en la vida de todo hombre en que ha de recortarse la barba o morir, y que si quieren que los lleve a lucir su foulard a Poncelet, deberán aprender a usar un cuchillo para cada asesinato. Johnson III, de administración – gracias, Johnson. Estás despedido – ha sugerido que pongamos más manzanas en la máquina expendedora de revistas del corazón, pero, como ya apuntamos anteriormente, no se trata de ganar o perder, sino de cuánto puedes estirar la película hasta acelerar el final.
Todos los que se pregunten a qué venía todo lo anterior, pueden abandonar la sala. En cuanto al resto, hay un asesino entre nosotros y sólo yo lo descubriré.
- ¿Ha sido eso lo que te ha tenido preocupantemente ausente de las pasarelas y de las ferreterías?
- Nada más lejos, pequeño fan del souvenir. Toma una figurita para el roscón del año que viene. Ha sido el bendito trabajo. ¡Oh, Señor, cómo adoro el trabajo! Si tan sólo me dejaran tener acceso remoto a mi correo… Podría incrementar la productividad en un 3%, con lo que supondría eso para el PIB y el espíritu patriótico. Pero como cada asunto tiene su carpeta, os cuento cosas que no tienen que ver con la hiperextensión de mi tercera vértebra, aún a riesgo de perder seguidores con respecto a Josef. Josef, no sabes hablar.
Pues el caso es que, efectivamente, la vida me ha dado motivos para sudar por la frente, cosa que se resuelve con una intervención rutinaria, y razones para no quejarme, cosa que me desnaturazila como español. Por lo pronto, sigo recalando en la capital del chotis, aunque las baldosas ya no son lo que eran, y mi osteópata me recomienda no usar mochilas de más de 6 kilos, por mi relación masa-tomate. La familia crece, Dawson, no, y a todos aquellos a los que no he prestado atención, ha sido por su propio bien, Lindsay, pero, con todo, os pido disculpas. No tengo excusa, pero como abogado, adjunto escrito de más de 200 páginas, al que sucederá en la vista una lista de 20 testigos sorpresa, cada uno más sorprendente que el anterior.
Pero como sé que en realidad sólo queríais saber si estoy soltero y sano, podéis estar tranquilos: el olor a palomita de microondas se va en dos días.
Por otra parte, sigo llevando pendientes, luzco un moreno tibio, aún no llevo camisetas de grupos, no salgo en fotos de salas de fiesta, mi barba no me domina, voy en bici a casi todas partes, me quieren, os quiero, pizza, la quiero, y voy dibujando mejor. Estoy aprendiendo muchas cositas, la Guardia Civil me llama por mi nombre de pila, aunque no será oficial hasta el sábado 19, y mis zapatos de ante no volverán a interponerse entre nosotros, salvo vidas.
- Pero eso es maravilloso, Quentin.
- Eso es China Town, Marge, donde la comida se divide en picante o muy picante. 

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