El buen sombrero hace al caballero

No había pasado una hora desde que colgase y hacía 5 minutos que tenía que haber recibido una respuesta. Sin embargo, nada.

Encendió un cigarrillo para calmarse, pero recordó que él no fumaba y era tontería llegar con mal aliento a la cita. Conocía su mundo y cuán rápido podían cambiar sus fronteras, y por ello iba siempre vestido para la ocasión. Se enroscó el sombrero que le hacía parecer un guiri de los 50, por lo menos, y, tras comprobar en el espejo que todo estuviera perfectamente descolocado, se echó a la calle dispuesto a que aquello mereciese la pena.

¡Qué pasa, artistas! ¿Habéis visto cómo está el mercado? Pues repletito de ofertas con fruta de temporada, aunque yo siempre acabe en nueva colección. Y claro, luego pasa lo que pasa, que llego a casa y mi batidora me regaña. Es un poco exigente, pero es tan guapa: 5 velocidades, vaso de cristal a prueba de hielo, fuego, viento y tierra, porque de corazón no estoy tan seguro... y un largo etcétera de prestaciones que la convierten en la más vendida de los dos últimos años.

- Ya, ¿y de calidad cómo va? Porque Whoppers también se venden muchos y no son el adalid de la nutrición.

- Pues son de un fabricante más de productos de electrónica e informática, pero es la más vendida de su categoría.

- ¿Y de calidad?

- No paran de llevárselas.

Ni que decir tiene que me la llevé porque en el Lidl no tenían la que quería, pero como este finde mi contacto en las rías tiene un cargamento especial para DEC me ha prometido que me la mandará en el paquete, que allí sí que la tienen. Problema: reembalar todo el asunto, que no es darle forma de bala, sino intentar que todo quede como al principio, como cuando una relación está ya muy perjudicada y se vota por hacer como que sólo lleváis un mes saliendo. No funciona y lo del embalaje tampoco.

Pero no hay por qué llamar a RadioactivoMan, pues con este solazo que hoy pone rojo lo que mañana será moreno, todos tenemos la obligación de echarnos a las terracitas.

- Pero si tú te pasas el atardecer en tu porche.

- Que pesaos con que predique con el ejemplo... que la voltereta se puede dar sin problemas y yo ya aprobé esta asignatura cuando tenía vuestra edad. Además, a nosotros no se nos ocurría dirigirnos de tú al profesor, claro que entonces tampoco había tanta playlist que llamase al desorden y al enamoramiento fugaz.

- ¿Usted se ha enamorado alguna vez en el metro, tranvía u omnibus?

- ¿Omnibus?

- Sí, lo dicen en una canción de Astrud: "todo nos parece una mierda".

- Ah... Pues cógete los cubos de agua y a hacerme el Jesucristo mientras cuento esta anécdota.

Mediaba el verano del 57. En aquella época el calor no te hacía sudar tanto, porque en lo retro todo estaba dispuesto para un corto o un videoclip o algo. Merce, que era como se llamaba, superaba con creces la edad habitual para el compromiso y provenía de una familia bastante más rica que la mía, que todavía contaba en reales. Pero ello no obstó para que depositase todas mis esperanzas en un encuentro furtivo con su prima, que cuanto más caliente, más se arrima. Yo estaba totalmente convencido de que un vis a vis, aunque breve, me permitiría cubrirla mientras el plano ascendía y la música tomaba el control del espectador.

Y así fue. En una tarde primaveral de estas que vosotros aprovecháis para bajaros al parque de las Naciones a fumar porros y comer tortilla yo me la llevé de excursión en tándem de la época. Como caballero le cedí la rueda grande.

- ¡Pero entonces le vería toas las enaguas!

- Cómo lo sabes... otro cuarto de hora con los cubos.

En lo que tarda un yeyé en aplicarse la mascarilla para el pelo la tenía cogiéndola de la mano salvajemente, así, sin pudor. Estábamos locos de amor y nada nos detendría.

Luego se enteró su padre, porque ella lo contó en la cena, y discutimos buenamente, porque yo quería algo más furtivo, claro. Echamos el polvo de la rabia y luego me enrolé como profesor mayor.

- ¿Y el trozo del principio a qué ha venido?

- Todo tiene su explicación, Lucio.


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