- Fuego en el fuego... Apunta eso, que creo que la gente lo entenderá. Y despide al becario, que opino que genera demasiado para lo que cobra.
- Mira, mundo...
- Eros.
- Mundo. Te dejo, y esta vez no pienso reconciliarme contigo.
- ¿Pero por qué? Si ya sabes que te he tratado como a todos, ni más ni menos, ni antes ni después.
- Sí, eso sí, puntual eres como un inglés, un francés y un español que entran en un bar.
- Y también sabes que te necesito.
- ¿Es una emergencia de amor?
- Yo no diría tanto, pero me han apetecido Paninis, ¿por qué? No te sé que te diga.
- Bueno, mira, me quiero tanto como los figurantes de los anuncios de Ferrero Rocher a si pispos, así que voy a tener courage y voy a dejar lo nuestro en ese estadio en el que no se sabe quién juega, y no hablo de San Siro.
- Uy, qué ácido te noto, ¿quieres un abrazo?
- Sí, y lo quiero profundo, sin tiempo y con queso.
- Pero eso tarda una eternidad y conserva mucho el calor, lo que me recuerda la historia de... oye, perdona, cuando yo cuento historias creo que no es mucho pedir que me enciendas un fuego y pongas unas gachas a calentar, que yo mientras redondeo mis gafas y roséo mis mejillas.
El caso es que estaba yo en la Gelatería, cuando me dicen que no tienen nada para veganos, y yo, que soy de buena familia, aunque lleve hoy la camisa sin planchar, pues me ofendo y llamo al encargado, que resulta ser el hijo perdido de Peter Pan, que se ve que tenía su equivalente en este mundo, sólo que ponía a los zagales a prosperar, no a vagar ociosos y con la piel sin exfoliar.
- Ese no era el punto, vuelve a él, Ludovico.
- Chindasvinto, que yo soy la gemela lista, porque guapas somos las dos. Total, que le pido la cucharilla que sirve para rellenar la hoja de reclamaciones y coge y suelta y así se lleva el timón.
- No se moleste, contramaestre, si yo no aspiro más que a un trabajo de 10 a 6 y findes de copas y fútbol, tanto visto como jugado.
- ¿Y las copas?
- El alcohol es cosa seria, no podría dejárselo a los amateur.
- Eso suena a francés, Morticia.
- Pues era queso. ¿Te cuento la novedad?
- Espera a que llegue papá con el Kinder Sorpresa.
- Estás enganchado a eso. Me preocupas. Voy a dar conferencias all around the world...
- We are the children. Dispara con esa noticia que deja a Leticia tan delgada.
- Ya se me ha olvidado, pero te voy a comentar el disgustazo de un sello de lacre que se demora por incompetencia de proveedores o intermediarios, con lo que me retrasa en los plazos Nortes 2.
- Resumamos. ¿Trabajo? ¿Salud? ¿Amor? ¿Dinero?
- Bien. Mal. ¿Qué? A devolver.
- Pues sube la tapa, que esta semana me toca baños a mí.
- Te quiero, Santa Claus.
- Mira, mundo...
- Eros.
- Mundo. Te dejo, y esta vez no pienso reconciliarme contigo.
- ¿Pero por qué? Si ya sabes que te he tratado como a todos, ni más ni menos, ni antes ni después.
- Sí, eso sí, puntual eres como un inglés, un francés y un español que entran en un bar.
- Y también sabes que te necesito.
- ¿Es una emergencia de amor?
- Yo no diría tanto, pero me han apetecido Paninis, ¿por qué? No te sé que te diga.
- Bueno, mira, me quiero tanto como los figurantes de los anuncios de Ferrero Rocher a si pispos, así que voy a tener courage y voy a dejar lo nuestro en ese estadio en el que no se sabe quién juega, y no hablo de San Siro.
- Uy, qué ácido te noto, ¿quieres un abrazo?
- Sí, y lo quiero profundo, sin tiempo y con queso.
- Pero eso tarda una eternidad y conserva mucho el calor, lo que me recuerda la historia de... oye, perdona, cuando yo cuento historias creo que no es mucho pedir que me enciendas un fuego y pongas unas gachas a calentar, que yo mientras redondeo mis gafas y roséo mis mejillas.
El caso es que estaba yo en la Gelatería, cuando me dicen que no tienen nada para veganos, y yo, que soy de buena familia, aunque lleve hoy la camisa sin planchar, pues me ofendo y llamo al encargado, que resulta ser el hijo perdido de Peter Pan, que se ve que tenía su equivalente en este mundo, sólo que ponía a los zagales a prosperar, no a vagar ociosos y con la piel sin exfoliar.
- Ese no era el punto, vuelve a él, Ludovico.
- Chindasvinto, que yo soy la gemela lista, porque guapas somos las dos. Total, que le pido la cucharilla que sirve para rellenar la hoja de reclamaciones y coge y suelta y así se lleva el timón.
- No se moleste, contramaestre, si yo no aspiro más que a un trabajo de 10 a 6 y findes de copas y fútbol, tanto visto como jugado.
- ¿Y las copas?
- El alcohol es cosa seria, no podría dejárselo a los amateur.
- Eso suena a francés, Morticia.
- Pues era queso. ¿Te cuento la novedad?
- Espera a que llegue papá con el Kinder Sorpresa.
- Estás enganchado a eso. Me preocupas. Voy a dar conferencias all around the world...
- We are the children. Dispara con esa noticia que deja a Leticia tan delgada.
- Ya se me ha olvidado, pero te voy a comentar el disgustazo de un sello de lacre que se demora por incompetencia de proveedores o intermediarios, con lo que me retrasa en los plazos Nortes 2.
- Resumamos. ¿Trabajo? ¿Salud? ¿Amor? ¿Dinero?
- Bien. Mal. ¿Qué? A devolver.
- Pues sube la tapa, que esta semana me toca baños a mí.
- Te quiero, Santa Claus.
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