¿Cuán incierto es el futuro de la industria del candelabro?

Mucho. Cienes de veces te he dicho que vamos a la deriva sin remisión. Tú no me atiendes porque te piensas que las maquinitas son más entretenidas que tu viejo padre y claro, luego querrás heredar mi fortuna y eso. Y yo, la verdad, no estoy por la labor de dejarle mi imperio a un vástago zascandil. Mejor me espero a que tu hermano crezca y se lo dejo todo que él parece más sensato y menos propenso a los tirantes y las hombreras, ¿eh, Donald?
Ay el candelabro, el otrora mejor amigo del ama de llaves... Se extingue. Y no hay fondo de la UE que lo reflote. Que esa es otra: el viejo continente nos ahoga el sector permitiendo que entren las velitas chinas. ¿Cómo voy a competir con 100 velas por 2€? Eso no tiene cariño, no tiene trabajo ni dedicación ninguna, pero a la sociedad socialista esta no le importa.
Para mejores tiempos quedan las excursiones al baño de la mano de un Huntington 1900, el mejor candelabro de la historia: ligero, ergonómico, elegante, compensado. Tiene un cargador de 20 balas con repetidor automático que jamás se atasca. El peso lo desplaza a la parte de abajo, por lo que no tiene riesgo de volcar y quemarte con la cera, que era algo muy común y es donde tiene origen la depilación con este método.
La cosa, además, se agrava por la disminución del número de asesinatos. Hoy por hoy se estila más el cuchillo en la biblioteca o la llave inglesa en el salón. Bien es cierto que tenemos un público fiel, pero cada vez quedan menos, porque ya nadie cree casi en fantasmas y ellos no son de molestar.
De otra parte hay que tener en cuenta que un buen candelabro dura toda la vida, por lo que, a falta de modas, no se tiene por qué renovar el repertorio. Se heredan de padres a hijos como yo hoy, Fred Trump, te estaría ilustrando a cerca de los secretos de la firma, pero ya hemos quedado en que estás tú muy influenciado por Robert Redford, y ya te digo yo que tiene tanto talento como dicen.

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