Detrás de las cámaras: Arendt Lijphart

¡Blondel! Perrea, perrea. A ella le gusta la mayoría. Dale más mayoría. Esas son las primeiras notas del raegueton de Lijphart. ¿Que por qué le dedico la letra de un perro-tema si lo odio? Pues porque yo soy así de magnánimo, que nada tiene que ver con magnate, mangadicto o magnun. Al fin y al cabo el zagal abandonó su aldea natal cuando apenas contaba las 36 primaveras. A los ciudadanos continentales puede parecerles una edad tardía, no tanto si es español. El caso es que el número le sirvió para el que, a la postre, sería su trabajo más célebre: Comparativa de 36 democracias.

Al poco de abandonar el lecho familiar se alistó en el ejército, donde ganó fama por sus historietas y su gracioso modo de hacer abdominales a la milanesa. Destacó como analista enseguida y no tardó en incorporarse al Estado Mayor en calidad de politólogo.

A los 6 años abandonó la disciplina militar y conoció a Emily, su futura esposa, que lo ponía tope crazy-rata. Se casaron en Tenesee, Nebraska, Choco, Bienmesabe y pehcaíto, aunque ya no me queda Choco, pero puede de pedir montaditos que los hacemos mu güenos. Tuvieron dos hijos y un perro. Todos ellos lelos.

Total, que en un día de estos tontos se puso a comparar y al llegar a 36 paró. Su mujer se lo vio y lo tiró a la basura, porque era consciente de la soberana tontería en la que estaba inmerso su cónyuge y por la que se negaba a seguir trabajando de limpiador de espaldas de remeros, su auténtica vocación. Así que al deshacerse de ello topó, casualmente, con un editor loco (creo que eso es una redundancia) y se lo publicaron. El resto es historia.