7:30 de la mañana, meridiado Greenwich o eso creo:

En la tercera semana de expedición nos hallamos en el corazón de las Indias, que es negro, pero negro, negro, como el café recién blended de Twingins de caja metálica amarilla.
Mi ayudante, Yeremias Grant, sospecho que me sisa los lápices y los mordisquea. Él sostiene que son los mosquitos, que son unos salvajes, pero que, con todo, valoran mi exquisito gusto y se lanzan por mis utensilios, a la sazón manjares. Yo creo que me miente, pero no puedo renunciar a su manicura francesa. Soy la envidia del pelotón con mi mixtura de hombre duro y castrense, y mis manos perfectamente cuidadas, tan preparadas para el combate como para el amor. Me tiene secuestrado.
Mañana, en teoría, pero en teoría hasta el comunismo funciona, y esta crítica ya te la anticipo yo con un siglo de diferencia, deberíamos de llegar a China, pero a mí me da que los cálculos fueron hechos para conquistar a lo patrocinadores y nos queda, por lo menos, 15 minutos más de viaje. Eso sin contar que paremos en la Galp por unas patatuelas y un refresco azucarado, que te mantiene muy vivo y evita accidentes de elefante, tan abundantes en esta época del año.
Pero vamos que aparte de mis inquietudes como explorador y mi afán por ganarme el favor de la Reina, amén del de pasar a la History como el hombre con el mayor bigote en llegar a las puertas del gran imperio chino, porque no sabemos si nos dejarán pasar o ya no habrá nadie ahí, todo depende de si llegamos por la mañana o por la tarde, yo me he venido por las mujeres.
He oído que son especialmente propensas a las relaciones sesuales y la mar de discretas. Eso lo valoro mucho, porque a mí me han tratado muchas muy mal. Algunas por celo de no haber traspasado ere muro de hierro que cubre mi corazón y que es mi pecho, ensortijado como está de vello; otras porque creyeron amarme más de lo que se sintieron serlo; aquéllas porque no las llamé al otro día; y éstas porque no les hice muy buen servicio, pero fue porque había bebido 13 jarras de vino, por lo menos, y estaba fatigado de mis travesías intercontinentales.
Asín que valoro sobremanera que no se vayan de la lengua y que no filtren por ahí que el bigote es para compensar, porque no es así y te lo demuestro en mi litera cuando y donde quieras.
Pasa que tengo el temor. Un temor cierto de que las llamadas geishas resulten de tener una sorpresita, ya me entiendes. Que ya se sabe que estos son países de turismo sexual y aquí se estila mucho que no se conformen con lo que tienen y se pasen al otro lado de la acera, ¿me sigues? Así que estaré ojo avizor.
Fin del capítulo de: Memorias de mis expediciones tristes.

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