Ay, Dios mío. Sabía que llegaría este día. Esperaba poder postergarlo un poco más, pero ha llegado el momento. Tú eres una mente inquieta y despierta, de esas que preguntan de dónde viene el agua y cómo se llama el plastiquito del final del cordón.
Hasta ahora he podido salir al paso con la enciclopedia Larousse, tan completa toda ella y con un estupendo radio-CD que reproduce y graba. Tú no lo sabes, pero la vendimos y de ahí la matrícula de tu universidad, que, como te la pagas tú, es de donde sacamos la plata para los pechos de tu madre, pero eso es otro asunto. El caso es que te lo voy a decir. Toma asiento. ¿Quieres un algo de beber? Yo sí. Joe, qué nervioso estoy, y mira que yo tengo horchata en las venas.
Bueno. Hijo mío: eres adoptado. Te encontramos en un cobete espacial que aterrizó cerca del granero hará 23 años. Todavía tengo eso pendiente con el seguro.
- Ya, papa. Si eso me lo dices todos lo años. Yo lo que quiero es saber el tema este de la ropa interior de caballero.
- ¡Ah! Pues eso es algo atemporal. O temporal, no lo sé. Bueno, en realidad las calzas son cosa reciente y con tan poca tela, más. Pero tiene bisos de que será cosa de alocados adolescentes. Tu madre y yo te lo consentimos porque ya te hemos inscrito en la academia militar en secreto. No le digas que te lo he dicho. Así que vamos, en mi modesta opinión, se llevará durante un tiempo luego se retornará a la prenda interior clásica, a la decimonónica. Este slip, como tú lo llamas, tiene los días contados. ¿O no sabes que la historia tiene una evolución en picos?
- Eso es dar por sentado que es lineal.
- ¿Ah, sí? Pues no quería llegar a tanto, pero estás castigado por corregir a un mayor, así que cógete los cubos de agua y ponte de rodillas con ellos en alto hasta que, en mi enorme sabiduría paterna, lo considere oportuno. Ea.
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